Le toca conducir, por sexta vez, el concierto de cierre del Septiembre Musical. Y, aunque sigue una ajetreada agenda de conciertos en Argentina y en Europa, para Luis Gorelik (foto) este no es un concierto más. “Sobre todo por cómo se ha encarado en los últimos años, con cierres muy masivos, lo no ocurre muy a menudo en el país. Esa línea, de excelencia con llegada amplia al público, es muy importante, y coincide plenamente con mi postura personal en cuanto a cómo debemos enfocar en el siglo XXI la actividad musical clásica -afirma-. Lo que nosotros hacemos está financiado por las arcas públicas, o sea que es un servicio público más, de ninguna manera como actividad sectaria o elitista”.
- ¿Cómo ve el panorama de la música clásica en la nueva gestión nacional?
- Creo que hay ciertas coyunturas que exceden tal o cual gestión. Están cambiando paradigmas en cuanto a soportes tecnológicos. Hoy en día con un buen celular, un par de auriculares y una tarjeta de crédito, puedo viajar en colectivo escuchando con el abono de la Filarmónica de Berlín. Las orquestas tienen que desarrollar plataformas comunicacionales mucho más allá de la sala de conciertos, porque la cantidad de personas que pueden llegar a escuchar y ver en vivo por medios digitales es inmensa. En general en nuestro país hay atraso en relación con nuevos fenómenos. Por un lado, porque no se ha legislado la difusión de la música por canales audiovisuales digitales con resguardo de los derechos de los intérpretes y de los autores. Por otro lado, los propios programadores de la música estamos aprendiendo los procesos. En cierto sentido, hago un paralelismo con el fenómeno de hace siete siglos, cuando se empezó a imprimir la notación musical: seguramente tomó cierto tiempo adaptar los conceptos musicales al nuevo soporte tecnológico. A los músicos que trabajamos con organismos estatales nos toca interactuar con gestiones de distinto signo político; algunas son mejores que otras, depende de quiénes están a cargo. Hay que tener la habilidad de sostener una coherencia, en el sentido de sostener la excelencia de la actividad musical y, al mismo tiempo, adaptarla a un concepto de transmisión contemporánea.